Si cultivamos el arte de la comunicación consciente y atenta, que va más allá de las “técnicas de comunicación”, podemos romper este ciclo aumentando el significado y la satisfacción en nuestras interacciones.
Se trata de aplicar la Mindfulness o Atención Plena a nuestra comunicación, poniendo en marcha dos canales simultáneos:
- Por un lado, la atención a nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones, abriendo con ello el espacio interno necesario para suspender nuestra reacción automática y responder de manera consciente. Atención al interior del que nacen la escucha y la respuesta conscientes. Es observar no solo lo que decimos, sino cómo, cuándo, a quién y por qué.
- Por el otro, entrenarnos en escuchar lo que el otro dice más allá de sus palabras, volviéndonos receptivos y sensibles a su lenguaje no verbal, a las emociones que están debajo de lo que expresa y al marco de referencia desde el que se comunica, a su situación concreta.
Al escuchar a la persona que tenemos delante estando plenamente presentes, atentos, conscientes, nos abrimos al mundo del otro, nos conectamos, suspendemos nuestros juicios, dejamos de interpretar o presuponer, dejamos de tomarnos personalmente las cosas y comprendemos el mundo interno del que brotan. Hablar con atención plena supone prestar atención a nuestro hablar cotidiano, descubrir lo que esconden nuestras palabras, nuestra dificultad para expresar ante el otro nuestros sentimientos, para afirmarnos y poner límites sin agredir, ser conscientes del tono de nuestra voz, de la postura de nuestro cuerpo y del mundo interno desde el que surge nuestro decir.
“Nos han sido dadas dos orejas, pero sólo una boca, para que podamos escuchar más y hablar menos”. Zenón de Elea
La comunicación consciente supone también respetar las pausas silenciosas de ambos, honrarlas como el lugar profundo del que surgen la verdadera escucha y la verdadera autoexpresión.
Fuente: Escuela de Desarrollo Transpersonal